A pesar de la militarización de algunos barrios, de operativos y retenes de revisión, así como el patrullaje focalizado que realizan la Policía y unidades mixtas de las Fuerzas Armadas en el Gran Santo Domingo, la delincuencia parece no dar tregua a una ciudadanía que se siente cada vez más indefensa, atemorizada e impotente.
Ya ni en el hogar se está seguro, no hay zonas confiables para caminar, recrearse, estudiar o trabajar a ninguna hora. No hay diferencia entre sectores de clase alta, clase media o barrios pobres; todos por igual están bajo el acecho de los asaltantes que se mueven por las calles sembrando inseguridad y terror.
Estos individuos, atracadores de diferentes edades, sin importar la hora del día o la noche, en motocicletas y armados con pistolas o revólveres se adueñan de las calles de los sectores capitalinos, despojando a las personas de las pertenencias de valor que tengan (celulares, relojes, dinero y hasta la compra en el súper que hayan realizado).
Al parecer no existe un modus operandi en el proceder de estos antisociales, ya que no hay una víctima lógica a la hora de atacar. No importa si se está solo o acompañado, si se anda en motocicleta, carro o a pie, si se es hombre o mujer; tan poco toman en cuenta la edad ni el sexo, todos son presas siempre y cuando estén en su área de acción.
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