Se inicia la última semana del año sin que se concierte una tregua política que permita a Gobierno y población reflexionar sobre cómo afrontar los retos y desafíos del 2017, lo que indica que a partir de enero se aplicará a todos los problemas la misma receta del paño tibio.
En la mayoría de las naciones, autoridades, partidos y sociedad civil confrontan informes y valoraciones sobre el comportamiento de la economía y de otras variables sociales, así como sobre las perspectivas del año entrante, pero aquí todo se reduce a los insulsos dimes y diretes.
En vez de debatir el comportamiento que tuvo y tendría el déficit fiscal, endeudamiento externo, intercambio comercial, poder adquisitivo, precios del petróleo o crisis eléctrica, la clase política se asfixia en las crisis intermitentes de los partidos.
Temas como fortalecimiento institucional y corrupción se degradan en chácharas políticas, sin que el Gobierno, Congreso, empresariado o la oposición política se animen en halar la cuerda en dirección a la sanidad administrativa y a la aplicación de la ley.
El 2017 sorprenderá a mansos y cimarrones como el que despierta con el rostro en dirección al Sol, sin conocer siquiera el lado de la cama por donde levantarse y tener que avanzar cegado por la incompetencia e improvisación.
La clase política muestra mayor interés por las elecciones generales de 2020, que por el impacto que tendría sobre la economía dominicana el sostenido incremento en los precios del petróleo o el aumento de la tasa de referencia del Tesoro estadounidense sobre la deuda pública.
Más que una tregua política, la sociedad aspiraba a una recomposición del debate público que debió enfocarse en el futuro inmediato de la nación amenazado por un entorno internacional enrarecido por los resultados electorales en Estados Unidos, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, inestabilidad política en América Latina y la vuelta al armamentismo entre Moscú y Washington.
La última semana del año sorprende a un liderazgo político, empresarial y social asimétrico, sin conexión clara con la agenda interna y externa, y a un gobierno que confunde su bitácora porque cree navegar sobre aguas mansas sin avizorar la proximidad de la tormenta.
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