Contra todos los pronósticos el magnate Donald Trump no solo ganó, sino que lo hizo con autoridad, las elecciones de ayer en Estados Unidos para convertirse en el próximo inquilino de la Casa Blanca. Los 290 votos electorales que obtuvo (muy por encima de los 270 que eran necesarios), frente a los 218 de su rival Hillary Clinton, confirma el respaldo que concitó su discurso cargado.
La Casa Blanca tendrá nuevo inquilino
La carrera del magnate inmobiliario ha sido una sorpresa de principio a fin. Jamás se esperó que podía ganar la candidatura republicana, donde compitió con políticos de larga trayectoria. Después de ser investido como candidato, barones de su partido le retiraron su apoyo, dejando sus aspiraciones casi en un plano de independiente. Aun así, no bajó el tono de un discurso explosivo, que generaba miedo dentro y fuera de su país.
Consumada su victoria en las urnas se espera que el próximo presidente de la nación más poderosa del planeta ejerza un liderazgo racional, garantizando no solo la prosperidad de los estadounidenses, sino la seguridad, la convivencia y hasta esa diversidad de la que tanto se enorgullecieron los fundadores de Estados Unidos.
Antes que fomentar, Trump tiene que despejar la incertidumbre que alimentó en el proceso electoral. Estados Unidos no puede ser gobernado como una empresa, sino como una nación que, por demás, lidera al universo por su desarrollo económico. Recuperar el país y renovar el sueño americano no puede ser su único mensaje de aliento. Es necesario bajar las tensiones creadas por su candidatura durante las elecciones más candentes en la nación.
El apoyo del electorado no puede convertirse en cheque en blanco para las medidas económicas y migratorias que enarboló durante su campaña.
Se sabe que con su victoria el universo no colapsará, que las instituciones jamás han sido doblegadas por ningún gobernante, pero en el horizonte han quedado muchos nubarrones que ahora se tienen que despejar.
República Dominicana, que tiene una población de más de un millón de los alrededor de los 56 millones de latinos que viven en Estados Unidos, confía en que la elección de Trump mantendrá las relaciones diplomáticas, comerciales y culturales que a lo largo de la historia ha tenido con su socio más importante.
Lo mismo esperan muchos otros países, algunos de los cuales no ocultaron su temor ante el eventual triunfo del magnate neoyorquino.
Pero si la victoria de Trump ha planteado interrogantes, la del senador estatal de origen dominicano Adriano Espaillat, quien ganó una curul como representante federal por el Distrito 13 de Nueva York, ha generado mucha alegría. Uno de los nuestros estará en el Congreso en Washington, velando por los intereses de los suyos.
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