Por Julián Alonso Hernández
New York, NY USA
“Causa Honda de esa
contaminación general es, en nuestra época, la degeneración del sistema
parlamentario: todas las formas adocenadas de parlamentarismo. Antes se
presumia que para gobernar se requeria cierta ciencia y arte de aplicarla;
ahora se ha convenido en que Gil Blas, Tartufo y Sancho son árbitros
inapelables de esa ciencia y de ese arte.
La Política se degrada, se convierte en profesión
. En los pueblos sin ideales, los espiritus subalternos medran con torpes
intrigas de antecámara. El gobierno va a manos de gentualla que abocada el
presupuesto. Nadie piensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan.
Lo que antes era signo de infamia o cobardia, se torna título de
astucia. Lo que en las patrias se cubría de veguenza, en los paises se cubre de
honores.
Las jornadas electorales se convierten en
burdos enjuages de mercenarios o en pugilatos de aventureros. Su justificación
está a cargo de electores inocentes, que van a la parodia como una fiesta.
Las facciones de profesionales son adversas a
todas las originalidades. Hombres ilustres pueden ser víctimas del voto: los
partidos adornan sus listas con ciertos nombres respetados, sintiendo la
necesidad de parapetarse tras el blazón
intelectual de algunos selectos. Para cada hombre de mérito hay decenas
de sombras insignificantes.
Aparte esas excepciones, que existen en todas
partes, la masa de “elegidos del pueblo” es subalterna, pelma de vanidosos,
deshonestos y serviles.
Los primeros derrochan su fortuna por ascender
al Parlamento. Ricos terratenientes o poderosos industriales pagan a peso de
oro los votos coleccionados por agentes impúdicos; señorzuelos advenidizos
abren sus alcancias para comprar el único diploma accesible a su mentalidad
amorfa.
Los deshonestos son legión; asaltan el
Parlamento para entregarse a especulaciones lucrativas, Venden su voto a
empresas que muerden las arcas del Estado; prestigian proyectos de grandes
negocios con el erario, cobrando sus discursos a tanto por minuto; pagan con
destinos y dádivas oficiales a sus electores, comercian su influencia para
obtener concesiones en favor de su clientela. Su gestión política suele ser
tranquila: un hombre de negocios esta siempre con la mayoria. Apoya a todos los
gobiernos.
Los serviles merodean por los Congresos en
virtud de la flexibilidad de sus espinazos. Lacayos de grande hombre, o instrumentos
ciegos de su piara, no osan discutir la jefatura del uno o las consignas de la
otra. No se les pide talento, elocuencia o probidad: basta con la
certeza de su panurguismo.
Hay casos aislados de ingenio
y de character, soñadores de algun apostolado o respresentantes de anhelos
indomables; si el tiempo no los domestica, ellos sirven a los demás, justificándolos
con su presencia, aquilatándolos.
Las más abstrusas fórmulas de la química orgánica
parecen balbuceos infantiles frente a las vueltacaras del Parlamento mediocre.
El desprecio de los hombres probos no lo amedrenta jamás. Confía en que el bajo
nivel del represenante apruebe la insensatez del representado. Por eso ciertos
hombres inservibles se adaptan maravillosamente a los desiderata del sufragio
universal; la grey se prosterna ante los fetiches más huecos y los rellan con
su alambicada tonteria.
Los cómplices, grandes o pequeños, aspiran a
convertirse en funcionarios. La burocracia es una convergencia de voracidades
en acecho. Desde que se inventaron los Derechos del hombre todo imbécile los
sabe de memoria para explotarlos, como si la igualdad ante la ley implicara una
equivalencia de aptitudes. Ese afan de vivir a expensas del Estado rebaja la
dignidad. Cada elector que cruza las calles, de prisa, preoucado, a pie, en autómovil,
de blusa, enguantado, joven, maduro, a cualquiera hora, puede asegurar que esta
domesticándose , envileciendose: busca una recomendación o la lleva en su
faltriquera.
El funcionarismo crece en las modernas
burocracias. Otrora, cuando fue necesario delegar parte de sus funciones, los
monarcas elegían a hombres de mérito, experiencia y fidelidad. Pertencian casi
todos a la casta feudal; los grandes cargos la vinculaban a la causa del señor. Junto a esa, se formaban pequeñas
burocracias locales. Creciendo las instituciones de gobierno el funcionarismo
creció, llegando a ser una clase., una rama nueva de las oligarquias
dominantes. La pequeña burocracia no varía; la grande, que es su llave, cambia
con la piara que gobierna. El mérito queda excluido en absoluto; basta la
influencia. Con ella se asciende por caminos equivocados.
Consecuencias inmediatas del funcionarismo son
la servilidad y la adulación. Existen desde que hubo poderosos y favoritos. El
excesivo comedimiento y la afectación de agradar al amo engendran esas carcomas
del carácter. No son delitos ante las leyes, ni vicios para la moral de ciertas
épocas: son compatibles con la “honestidad”. Pero no con la “virtud”. Nunca.
La sensibilidad a los elogios es legítima en
sus orígenes. Ellos son una medida indirecta del mérito; se fundan en la
estimuación, el reconocimiento, la amistad, la simpatia o el amor. El elogio
sincero y desinteresado no rebaja a quien lo otorga ni ofende a quien lo
recibe, aun cuando es injusto; puede ser un error, no es una indignidad. La
adulación lo es siempre: es desleal e interesada.
No sólo se adula a reyes y poderosos; también
se adula al pueblo. Hay miserables afanes de popularidad, más denigrantes que
el servilismo. Para obtener el favor cuantitativo de las turbas, puede mentírseles
bajas alabanzas disfrazadas de ideal; más cobardes por que se dirigen a plebes
que no saben descubrir el embuste. Halagar a los ingnorantes y merecer su
aplauso, hablándoles sin cesar de sus derechos , jamás de sus deberes es el
postrer renunciamiento a la propia dignidad…”(“El Hombre Medicocre” Paginas
195, 196, 197, 197 198 ,199”, José Ingenieros, longsaller 2007).
Amigo lector le estoy presentando esta cita,
porque es una fotografía fiel e intégra de lo que estamos viviendo hoy en día
en nuestros países y en especial en el nuestro, La República Dominicana. Esta
cita encaja perfectamente con lo que pasa a diario en nuestro pais. Pero lo más
interesante de esta cita del escritor José Ingenieros de su libro El Hombre
Mediocre, es que fue escrito en el año 1913, osea que hace más de un siglo, y
es esta la misma realidad de lo que se vive hoy en nuestro país. Y nos
preguntamos: Es que la historia se repite como burla a la humanidad o es
simplemente una parodia de la historia que se repite burlonamente ante los ojos
de estos pueblos vilmente engañados por los malos actores responsible de esta
mala comedia?
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