Lo más significativo que ha trascendido del proyecto de reforma policial, en torno al cual se ha hecho tan alharaca, es la limitación a 20 del número de generales.
Si la cantidad es escandalosa, la de coroneles, es más alarmante todavía. El matutino El Día acaba de revelar las buenas nuevas de que la Policía cuenta con más de mil coroneles.
Pero ese aspecto no ha sido tocado en una reforma que en medio de las denuncias sobre los “salarios cebolla” y las precarias condiciones de vida de los agentes ha cobrado matices políticos.
Nadie esperaba que la reforma convertiría a la Policía de golpe y porrazo en un cuerpo moderno y eficiente, pero sí que serviría al menos para institucionalizarla y redefinir sus funciones. Son premisas básicas para relanzar el cuerpo.
Puede pensarse que si no se quieren ajustar los rangos a la capacidad del cuerpo se debe a intereses meramente políticos. Y si lo partidario está de por medio la reforma no pasará de un mamotreto que en definitiva no resolverá nada.
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