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Hoy se cumplen 53 años de la muerte de Trujillo

Hoy viernes 30 de mayo se cumplen 53 años del ajusticiamiento del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo Molina. La fecha ha sido bautizada con distintos nombres como: Día de la Democracia y Día de La Libertad del pueblo dominicano que, durante 31 años soportó innúmeras ofensas de todo género, al igual que el saqueo de las riquezas por parte del tirano. 

Historiadores testigos de los actos de la época explican que, el asesinato del dictador fue un acontecimiento que tuvo lugar gracias a una vasta conspiración integrada por diversos grupos (uno de acción, otro político y otro militar), que tenían la responsabilidad, primero de ajusticiar al tirano y luego, de proceder a una segunda fase consistente en apresar a la familia Trujillo y a sus principales epígonos con el fin de provocar un recambio en la cúpula política y militar del régimen. 

Estudiosos exponen que, dentro de los que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida”, era el responsable de llevar a cabo la ejecución del tirano. Los principales líderes de la conjura habían obtenido la información de que cada miércoles, Trujillo habitualmente viajaba a su pueblo natal de San Cristóbal y, sobre la base de ese dato confiaron en que la delicada y arriesgada misión tendría lugar a mediados de semana. 

Indican que, al parecer los designios quisieron que tal acontecimiento sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de participar en el tiranicidio.

LOS HOMBRES DE LA AVENIDA 

Múltiples fuentes dan cuenta que el grupo de acción que iría a la avenida estaba conformado por nueve personas que se distribuirían en tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con inusitada precipitación antes del día previsto, solo siete de los hombres que tenían la encomienda de disparar sus armas de fuego sobre el tirano, se encontraban disponibles en la ciudad de Santo Domingo. 

Los hombres de la avenida fueron: Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret, los cuales, por lo menos en tres ocasiones (los días 17, 24 y 25 de mayo), intentaron fallidamente enfrentarse al dictador, que extrañamente varió su itinerario en cada una de esas fechas.

EMBOSCADA 

Narradores de los hechos indican que, tan pronto Antonio de la Maza recibió la noticia de que esa noche “el hombre” iría a San Cristóbal, procedió a verificar que la misma era fidedigna, y tras determinar que no disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, para la planificación cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían participar en la emboscada; sin pérdida de tiempo, contactó a los integrantes del grupo de acción accesibles en la capital. 

Sobre el tiempo, todo se desarrolló vertiginosamente. De la Maza, con precipitación logró convocar a seis compañeros –algunos personalmente y otros por teléfono, a los cuales advirtió que la hora decisiva había llegado y, que las circunstancias exigían pasar de la teoría a la acción. Dos horas después (Robert Crasweller estima que, hacia las 7 de la noche), el teniente García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Pastoriza y le aseguró que, había confirmado que el hombre saldría esa noche fuera de la ciudad capital. Pastoriza, a su vez, debió contactar a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno de los héroes. 

Según los detalles, tres vehículos intervinieron en la ejecución de Trujillo. Una vez en la avenida, en las cercanías de la Feria Ganadera, hacia las 8:30 de la noche, los miembros del “grupo de acción” se repartieron las armas y de inmediato decidieron separarse para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había elaborado el ingeniero Pastoriza. 

El plan original contempló que, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces para bloquear la autopista y así obligar al carro del dictador a detenerse, de suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar el blanco entre dos fuegos. 

En el primer auto, estacionado en las proximidades del Teatro Agua y Luz, en dirección oeste-este, viajaban Imbert Barrera, conductor; De la Maza, quien ocupaba el asiento derecho delantero; Estrella Sadhalá y el teniente García Guerrero, quienes iban sentados detrás. En un segundo carro, estacionado a 4 kilómetros de la Feria Ganadera, también en dirección oeste-este, se encontraban el ingeniero Huáscar Tejeda y Pedro Livio Cedeño; mientras que el tercer automóvil, que se aparcó en el kilómetro 9 de la autopista en dirección hacia San Cristóbal, lo conducía el ingeniero Roberto Pastoriza. 

Datos proporcionados afirmaban que, Trujillo viajaba en el asiento trasero de su Chevrolet azul celeste, modelo 57, contiguo a la puerta posterior derecha. En el interior del vehículo había tres ametralladoras, además de la pistola de reglamento que portaba el chofer. Trujillo también tenía un revólver calibre 38, así como el maletín que acostumbraba llevar consigo, repleto de dinero. 

Con esos detalles, tan pronto los cuatro conjurados avistaron el carro del déspota, se prepararon para perseguirlo. Con cierta premura encendieron el motor de su auto, hicieron un giro y de inmediato enfilaron en dirección este-oeste tras la codiciada presa. En el momento en que el vehículo conducido por Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, De la Maza y García Guerrero dispararon sus armas creyendo, erradamente, que habían fallado en su primer intento; pero en realidad no fue así. El disparo de escopeta que hizo De la Maza dio en el blanco y resultó ser mortal para El Jefe. 

Ante el inesperado ataque, el chofer de Trujillo frenó bruscamente provocando que el automóvil manejado por Imbert lo rebasara velozmente. 

Fue entonces cuando Imbert (urgido por De la Maza) giró en “U” aceleradamente y se situó a unos 15 metros de distancia del objetivo. De inmediato los cuatro ocupantes del vehículo atacante se desmontaron, armas en mano, dando así inicio a un intenso tiroteo que, según apreciaciones de expertos militares, duró aproximadamente diez minutos. Trujillo y su chofer también salieron del vehí- culo, detenido en medio del paseo central de la avenida en posición diagonal (pues De la Cruz quiso intentar un giro a la izquierda para regresar a la capital). Una vez fuera del carro, y parapetados detrás del mismo, el capitán De la Cruz respondía con ametralladora al fuego de sus atacantes, defendiéndose, al tiempo que trataba de proteger a su jefe. 

Los dos Antonio, Imbert y De la Maza, tirados sobre el pavimento, solicitaron a Estrella Sadhalá y García Guerrero que los cubrieran, ya que tratarían de acercarse al carro de Trujilllo con el propósito de terminar rápidamente el enfrentamiento, que, según consideraban, se estaba prolongando demasiado. 

De la Maza logró deslizarse por el pavimento hasta posicionarse detrás del vehículo de Trujillo, mientras que Imbert lo hizo por la parte delantera. La intensidad del tiroteo aumentaba cada vez más cuando, de repente, De la Maza, después de haberle disparado otra vez al tirano, gritó: “¡Tocayo, va uno para allá!”.

TIRO DE GRACIA 

Varias son las versiones de lo ocurrido en los minutos finales del intenso tiroteo de ambas partes, resaltándose que los ajusticiadores no se percataron de que el chofer de Trujillo había cesado de disparar, replegándose hacia la maleza, pero que Imbert sí pudo notar que una persona, evidentemente mal herida, se tambaleaba frente al vehículo en donde minutos antes se encontraba el hombre más poderoso del país. Era Trujillo, cuyo metal de voz Imbert dice haber reconocido, pues el dictador naturalmente se quejaba de las heridas recibidas o profería palabras que en ese momento resultaron ininteligibles. 

Se cuenta que, un certero disparo de Imbert, que Trujillo recibió en el pecho, detuvo su marcha, desplomándose estrepitosamente a casi tres metros de distancia de su atacante. En ese preciso instante, Antonio de la Maza, a la velocidad de un rayo, emergió de la oscuridad de la noche aproximándose al cuerpo del dictador –que yacía sobre el pavimento “boca arriba, con la cabeza en dirección a Haina”– y le disparó en la barbilla, al tiempo que exclamó: “¡Este guaraguao no come más pollos!”, apelando a una clásica expresión de los granjeros, cuando matan a estos animales que diezman sus aves.  

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