Numerosos sobrevivientes esperan ayuda de las fuerzas militares filipinas a lo largo de las costa afectada por el tifón Haiyan, el jueves 14 de noviembre en Hernani, en la región central de Filipinas.
TACLOBAN, Filipinas. AP. John Lajara examina el espacio que queda bajo un trozo de hormigón, recoge un osito blanco de peluche y lo lanza de regreso a la basura. Se agacha nuevamente y recoge una bota, un codiciado tesoro en esta aldea filipina demolida por el tifón. Pero él busca algo mucho más preciado, el cadáver de su hermano, Winston.
Con sus vidas destrozadas, aquellos que siguen buscando a sus seres queridos que desaparecieron desde la tormenta de la semana pasada encaran una difícil interrogante: ¿cómo seguir cuando no hay un cadáver que enterrar?
La búsqueda de los desaparecidos, 1.179 según el recuento oficial, es una situación infernal para muchos. En la población costera de Lajara, los residentes calculan que unas 50 personas, de las 400 que vivían aquí, perecieron en la tormenta. Casi la mitad de esos muertos siguen desaparecidos: madres, padres, niños y amigos.
“De alguna manera, parte de mí se ha ido”, contó Lajara tras concluir el sábado otra búsqueda infructuosa entre los escombros.
Lajara ha realizado esa rutina desde que él y su hermano fueron arrancados de su casa por el tifón Haiyan el 8 de noviembre. Desde ese día desconoce la suerte de Winston.
Un vecino de Lajara, Neil Engracial, no ha podido encontrar a su madre ni a su sobrino pero sí halló muchos otros cadáveres. Señala un cuerpo hinchado que yace bocabajo en el lodo. Dante Cababa, era mi mejor amigo”, dice Engracial. Señala otro cuerpo que se descompone bajo el sol. “Mi prima Charana”, era una estudiante de 22 años.
Según las últimas estadísticas de la principal agencia filipina de desastres, 3.633 personas murieron y 12.487 resultaron heridas. Muchos de los cadáveres siguen atrapados entre montones de escombros, o han sido depositados a lo largo de las carreteras en bolsas de plástico que despiden un líquido fétido. Al parecer, algunas de las víctimas fueron arrastradas por el oleaje.
Tras los primeros días de caos, cuando no llegaba la ayuda a más de 600.000 personas que quedaron sin hogar, las gestiones internacionales de socorro han comenzado a cobrar fuerza.
“Hemos comenzado a divisar el punto de giro”, dijo en Nueva York John Ging, un funcionario del organismo de ayuda humanitaria de las Naciones Unidas. Agregó que 107.500 personas recibieron hasta ahora ayuda de alimentos y 11 equipos médicos extranjeros y 22 nacionales realizan labores de asistencia.
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