"Tengo 86 años, pero el corazón joven". El pasado fin de semana, Alfredo Di Stefano desvelaba su intención de casarse con su secretaria y representante, Gina González, 50 años más joven. Tras el anuncio -en una entrevista en La Otra Crónica- sus hijos han desvelado que habían solicitado la incapacitación de su padre. No es el primer caso en que un amor a una avanzada edad enfrenta a padres e hijos. He aquí un repaso:
El amor de la saeta rubia
"Nuestra decisión de promover la incapacitación de nuestro padre se basa, exclusivamente, en nuestro deseo de favorecer su máxima protección en todos los órdenes de su vida, y, si adoptamos la misma, fue como consecuencia de su estado de salud y previa exploración clínica que le fue practicada por un doctor en medicina, especialista en psiquiatría", aseguraban los hijos de Di Stefano en un segundo comunicado, emitido este jueves.
Aunque aseguraban que la decisión se tomó antes de que Di Stefano anunciase sus intenciones, no parecen tener muy buena opinión sobre González: "Nos reservamos nuestra opinión en relación con las conductas y móviles de la referida persona queNUNCA se ha ocupado del cuidado de nuestro padre".
La 'saeta rubia' ya se olía esta reacción en su entrevista en LOC: "¡Qué van a decir mis hijos! Pues deben estar en contra. Pero a mí eso no me importa". "Tengo 86 años, pero el corazón joven".
La Duquesa de Alba
El caso más reciente ha sido el de la Duquesa de Alba, quien este año celebrará su segundo aniversario de boda con su tercer marido, Alfonso Díez. Para poder cumplir su sueño de casarse con Díez, después de tres años de "luchas, gritos, ruegos y lágrimas" -según confiesa ella misma en su libro 'Lo que la vida me ha enseñado'- se vio obligada a ceder a las peticiones de sus hijos y a repartir su herencia en vida. En este caso, la edad también ha sido un factor determinante para disparar los enfrentamientos, ya que Cayetana de Alba es 25 años mayor que su ahora esposo.
Pese a las tensiones que se vivieron en la Casa de Alba, cuando nadie quería a Alfonso en la familia, ahora "Alfonso se ha convertido en un amigo entrañable de mis hijos, con los que se lleva de cine", según cuenta ella misma.
Lluís Llongueras
Otro ejemplo de disputa paterno filial (aunque en este caso, no tan otoñal) es el caso del peluquero Lluís Llongueras, quien cumplirá 77 años este mes. Al crear su empresa, Llongueras distribuyó las acciones otorgando un 50% a sus dos hijas mayores, un 25% a su primera esposa y quedándose el 25% restante. Lo que en un principio parecía un reparto con el que todos estaban conformes, se transformó en la trampa del peluquero cuando se casó con su segunda mujer Jocelyne, con la que se casó en 2006 y con quien tiene otros tres hijos.
A raíz de su segundo enlace y viendo peligrar su participación en la empresa, su primera esposa y sus dos hijas le comunicaron por burofax que estaba despedido de la empresa que él mismo había creado. Esta práctica, que pudieron llevar a cabo gracias a que juntas controlaban el 75% del la empresa, fue una medida para hacerse con el control total de la misma y deshacerse de la participación de Llongueras y su nueva familia.
Tras esto se emprendió una batalla judicial entre ambas partes en la que finalmente el peluquero consiguió hacerse con el control de la marca. Hace unos meses Llongueras declaraba en una entrevista para Yo Dona que "Ha sido una suerte que se dividiese una parte de la compañía. Con el control de la marca esta reorganización en absoluto me ha perjudicado".
Sara Montiel
La gran diva del cuplé, Sara Montiel, también acaparó portadas con su último matrimonio con el cubano Tony Fernández con el que se llevaba 40 años. Las polémicas surgieron desde el principio del noviazgo y la alerta saltó cuando en Octubre de 2002 se vio salir a Sara del juzgado de Majadahonda tras haberse casado con Tony. Días después de la boda, la pareja anunciaba que no tenía intención de vivir junta ya que el cubano quería marcharse a la Habana para seguir con sus negocios.
Aunque en este caso el disgusto de sus vástagos no acabó en los tribunales, sí que se produjo un distanciamiento notable entre Sara Montiel y sus hijos Zeus y Thais. Cuando el matrimonio se rompió, en julio de 2003, Sara reanudó la relación con sus hijos sin problemas. Unos meses antes de su muerte, de hecho, su hijo le organizó un homenaje.
Liliane Bettencourt
Los casos no se limitan al territorio nacional. Liliane Bettencourt, heredera del imperio de L'Oreal y primera fortuna de Francia (según Forbes), mantuvo serias disputas con su única hija, Françoise Meyers-Bettencourt, por la especial amistad que la anciana mantenía con el fotógrafo François-Marie Banier. Este recibió, durante varios años, regalos de Liliane por valor de 1.000 millones de euros y llegó incluso a convertirse el heredero único de la fortuna Bettencourt, hasta que en 2010 se produjo una revocación del testamento.
La anciana se había hartado de este 'bon vivant' durante el largo culebrón político-judicial -origen de la imputación de Nicolas Sarkozy, también por presunto 'abuso de debilidad' de la anciana- que desencadenó su hija, Françoise Meyers-Bettencourt.
Meyers-Bettencourt acusó a Banier de aprovecharse de su madre ysolicitó la acreditación médica para su inhabilitación. Reclamaba que se nombrase un juez de tutela y un nuevo gestor para la fortuna de Liliane. Finalmente, un juez decidió en 2011 que la anciana esté bajo la custodia de uno de sus nietos. Por el camino, el cisma familiar derivó en la publicación de una serie de grabaciones secretas de un mayordomo de la multimillonaria que dieron pie a que la Justicia abriera media docena de investigaciones por supuestos casos de evasión de impuestos y supuesta financiación ilegal.
Camilo José Cela
Como hemos visto suele ocurrir con los famosos que dejan como parte de su herencia toda clase de problemas. La muerte a los 85 años de Camilo José Cela destapó enfrentamiento por los derechos de autor, las propiedades y hasta por el título de marqués que le confiriera el Rey en homenaje a su trayectoria literaria.
Cela, Marina Castaño y Charo Conde constituyeron un triángulo amoroso apasionado, urgente y voluptuoso que calentó portadas y programas y que hoy hubiera resultado una mina de oro para cualquier televisión. El Nobel pidió la nulidad de su matrimonio con su mujer para poder casarse con Castaño, decisión que no sentó nada bien a su hijo Camilo. Este mantuvo serias disputas con su padre y se enfrentó desde el principio a Castaño, jurando que pelearía "hasta el final por los derechos de mi hija", a quien asegura que su padre no conoció en vida pero a la que sí que le corresponde parte de la herencia.
Desde la muerte de su padre en 2002 y hasta hoy Marina y Camilo hijo no han cesado en su batalla judicial. Camilo José Cela Conde presentó una reclamación testamentaria tras ser marginado por su propio padre de la herencia que le correspondía. La Justicia le acabó dando la razón tras un litigio de 10 años y condenó a la última mujer de su padre, heredera universal del escritor, a desembolsar alrededor de cinco millones de euros.
Tal vez estos episodios de hijos de grandes fortunas que saltan en defensa de su patrimonio y recelan del nuevo amor de su progenitor haya hecho pensar a alguno de sus protagonistas aquello de 'cría cuervos y te sacarán los ojos'. La existencia de cazafortunas siempre plantea incógnitas en las relaciones en las que la diferencia de edad es mucha, como en el caso de Alfredo Di Stefano Y Gina fernández. La Duquesa de Alba reflexiona sobre ello en su último libro: "Siempre he defendido que el amor no tiene edad. A veces no puedo dejar de preguntarme de qué sirvió tanta tensión entre mis hijos y yo. Alfonso sólo me quería a mí y, sin embargo, hasta que no firmó la renuncia a la herencia y no repartí el legado de los Alba entre ellos, las aguas no volvieron a su cauce".
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