Cuando se pronuncia el nombre de Héctor Acosta "El Torito" las aguas deben detener su
curso para hacer el espacio que merece un artista que no compite nada más
que consigo mismo, y triunfa en su batalla. Espera llevar más de diez mil personas a la Gran Arena del Cibao este sabado 29.
Caso aparte y experiencia única, este intérprete tiene condiciones vocales
excepcionales. Sus registros, altos, delicados y bien conducidos, le confieren
un sitial por el estilo y la capacidad de penetrar sensibilidades de
cuando hay que cortar urgentemente las venas por el desamor narrado en sus
bachatas o cuando se trae a escena el merengue que cuenta de amores y
costumbres, de vidas e historias imaginadas, graciosas, enamoradas o
comprometidas.
Héctor Acosta, justamente tratado como caso aparte, es uno de esos
cantantes que encontró la puerta principal de una dupla poco común y de
difícil acceso: merengue y bachata.
Sorprende además por su responsabilidad social para con
su pueblo y frente al país, capaz de asumir un liderazgo, todavía incomprendido
por algunas autoridades, en la lucha contra la delincuencia y la violencia, con
los ímpetus de organizar, bajo su costo, un concierto para las multitudes del
Cibao, haya o no patrocinios,
Su fuerza de venta en tanto es un producto comercial, que convoca
como moscas al plato de miel a las multitudes que llenan sus conciertos y
que llaman con aliento mágico a la compra de sus producciones.
Lo adorna un espíritu de superación personal que le ha llevado a
salir triunfante de toda confrontación incomprendida y, pese a fama y
fortuna mantener la humildad. Ama a Bonao entrañablemente, y se siente parte de
cuanto le pueda ocurrir a su pueblo.
El de Héctor Acosta es un caso singular, artísticamente único y que
ha devenido, sin darse cuenta, en la responsabilidad de ser el nuevo
rostro del liderato musical popular, vestido de merengue, enfrascado en
bachata.
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