Por más diseminada que esté la inseguridad en toda la geografía, la Policía actúa con más criterio para restaurar el orden y la tranquilidad al intervenir los barrios que registran los mayores índices de delincuencia. No se trata de una garantía de que la seguridad se restablecerá de golpe y porrazo, pero la decisión proporciona por lo menos esperanza a los residentes en los sectores azotados por el bandolerismo.
Demostrado está que el patrullaje policiaco-militar es insuficiente por sí solo para garantizar la seguridad y el orden. De acuerdo con los pormenores ofrecidos por el jefe del cuerpo, Nelson Peguero Paredes, la ocupación no significa represión, pues hasta se prohibió a los agentes detener ciudadanos en lugares oscuros.
Tras reconocer que la delincuencia se ha convertido en una epidemia, despierta por lo menos expectativas las medidas que se han anunciado para rebajar la angustia y el temor que la delincuencia provoca en la población. Si se puede cooperar con la Policía sería de mucho provecho para reducir el alarmante rebrote de la violencia callejera.
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