Desajuste. El ex lanzador llevó una vida desordenada ligada a las drogas, botando los US$4.9 millones que se ganó en el juego. El derecho tenía pecualiaridades muy particulares que agradaban a los fanáticos del béisbol
La trágica muerte del ex lanzador Pascual Gross Pérez (Cutá) enlutó al deporte nacional. Cutá Pérez fue encontrado muerto ayer en su residencia en Nigua, San Cristóbal, con tres golpes contusos en el área de la cabeza.
La médico legista Bélgica Nivar en su reporte señala que el exlanzador presenta una herida traumática en la región izquierda del cráneo.
Mientras que el representante del Ministerio Público en la zona, Joel Baldemiro Peña, no definió los motivos para quitarle la vida a Pérez, aunque adelantó que el hecho, por sus características, puede ser calificado como un “acto de asesinato con premeditación”.
Carisma como jugador
Cutá Pérez sobresalió como uno de los jugadores más carismático en la historia del torneo de béisbol profesional del país y de las Grandes Ligas.
Pérez se caracterizó por ser un lanzador de excelente repertorio, destacándose un cambio de velocidad fuera de serie que llamaba el “Cutá Ball”. Encima del montículo era muy extrovertido, donde disfrutaba en gran forma cada ponche que propinaba, especialmente cuando era para cerrar una entrada.
En su forma de lanzar nunca pisaba la raya la cal -de primera o tercera- dependiendo el dugout que le correspondía y al terminar una entrada salía corriendo velozmente.
Su carrera
Cutá Pérez fue firmado por Pablo Neftalí Cruz para los Piratas de Pittsburgh en 1976. Debutó en las Grandes Ligas en 1980 y se mantuvo con ellos hasta 1981. En 1982 fue cambiado a los Bravos de Atlanta. Posteriormente lanzó para los Expos de Montreal y los Yanquis de Nueva York.
En la pelota local militó por 12 temporadas con las Águilas y el Licey, siendo un pitcher muy aclamado.
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