
“Este sábado, 24 de marzo, cumplo dos años de edad. Dos años de renacer, pues, como comprenderán, ese día sufrí el accidente cerebro vascular isquémico, que me dio de tal magnitud que, prácticamente había muerto. Pero Dios, solo El sabe, con qué propósito o misión, me devolvió a este mundo de los vivos. Como creo en Dios, creo en los milagros, pero nunca me imaginé que me iba a tocar uno tan de cerca, como ocurrió ese día, A una semana de concluir mi discurso en el ceremonial de los Premios Casandra. También, a tan solo siete meses de asumir la presidencia de la Asociación de Cronistas de Arte, Acroarte, por un período de dos años. Ese acontecimiento me marco la vida para siempre. Me cambió la vida radicalmente, del cielo a la tierra. He aprendido a conocer cuáles son mis verdaderos amigos, que son muchos, y cuáles no. Que hay un pueblo que ora, no importa por quien doblen las campanas. Estos dos años me han servido de mucho. El primero, lo tome como un año sabático: para reaprender muchas cosas que, producto de la trombosis, había olvidado. Y, el segundo, para intentar reinsertarme en el mundo laboral y en la vida cotidiana, siempre sin dejar las terapias.
Dios me dio la oportunidad, entre muchas cosas, de alfabetizarme de nuevo, degustar el sabor de las vocales, a redescubrir los colores, en fin, a ver la vida de otro ángulo, otra perspectiva. Algunas personas que me ven en lugares públicos, me dicen que el 2010, el año que me paso el evento, fue un año fatídico, trágico y triste. Me apresuro a responder que, por el contrario, ese año fue bendito, llenos de testimonios. Medicamente no me sentía nada, absolutamente nada.
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