
La muerte de Osama Bin Laden, terminó con la leyenda del hombre inalcanzable, aquel millonario saudita que dejó los lujos de palacios para convertirse en un guerrero santo, y transformarse en el mayor enemigo de Estados Unidos. Sin embargo Bin Laden no siempre fue el enemigo.
En 1980, a los 22 años, Bin Laden abandonó Arabia Saudita y se trasladó a la frontera afgana. En Peshawar, Pakistán trabajó junto a la CIA, utilizó su dinero y sus armas para ayudar a los rebeldes afganos a combatir a las tropas del ejército soviético.
Una situación similar ocurrió con el dictador iraquí Sadam Hussein, quien llegó al poder en 1963 apoyado por la Central de Inteligencia estadounidense. Hussein habría ejecutado a cerca de 5 mil personas señalados por la CIA de ser comunistas árabes. Tras ser capturado por tropas estadounidense en un estrecho túnel, en 2006 Sadam Hussein fue llevado a la horca por un tribunal iraquí.
Otro de los fieles aliados de Estados Unidos que pasó a ser su gran enemigo fue el ex dictador panameño Manuel Antonio Noriega, quien tras participar en 1868 en el golpe de estado contra el entonces presidente Arnulfo Arias decidió trabajar al lado de los servicios secretos de Estados Unidos, en su intención de mantener vigilado el canal de Panamá.
A medida que avanzaba la década, y tras los continuos escándalos de corrupción y narcotráfico, Estados Unidos comenzó a aislarlo y la represión interna se intensificó. El 20 de diciembre de 1989, tropas estadounidenses derrocaron a Noriega. Tras cumplir 20 años de cárcel en Miami, fue extraditado a Francia donde enfrenta otra larga condena.
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