BONAO.-La crisis en el suministro de agua potable continúa castigando con fuerzas a los diversos sectores de esta ciudad, pese a que el Instituto Nacional de Agua Potables y Alcantarillados (INAPA) prometió ir en auxilio de los habitantes de diferentes barrios a través de camiones cisternas.
En diferentes medios de comunicación de radio y televisión los habitantes de los sectores de esta ciudad llaman vía telefónica externando su preocupación sobre la ausencia del servicio de agua potable, solo con la esperanza de que las autoridades cumplan su promesa de ir en auxilio de los residentes por medio de camiones cisternas.
La crisis en el suministro de agua potable ha reeditado el drama que tienen que afrontar muchas familias para abastecerse del líquido en pleno siglo XXI. Parece irónico que en una ciudad en que abundan rascacielos y los vehículos más costosos del mercado también haya personas que para satisfacer sus necesidades tengan que cargar el agua en cualquier llave pública. Es comprensible que la sequía haya disminuido el volumen de los embalses, pero cuesta aceptar que las autoridades no contaran con un plan para enfrentar sus efectos. El drama indica que los consumidores tendrán que apreciar el valor del líquido, para no desperdiciarlo. Porque también es cierto que es mucha el agua que se pierde por insensibilidad de los propios consumidores. Esta escasez que se sufre en muchos sectores debe servir de experiencia a todos, a las autoridades para corregir averías y tomar medidas preventivas, y a los consumidores para no desperdiciar el líquido. Quizás hasta sea necesario reeditar la vieja campaña que decía: “el agua es vida, no la desperdicie”.
En diferentes medios de comunicación de radio y televisión los habitantes de los sectores de esta ciudad llaman vía telefónica externando su preocupación sobre la ausencia del servicio de agua potable, solo con la esperanza de que las autoridades cumplan su promesa de ir en auxilio de los residentes por medio de camiones cisternas.
La crisis en el suministro de agua potable ha reeditado el drama que tienen que afrontar muchas familias para abastecerse del líquido en pleno siglo XXI. Parece irónico que en una ciudad en que abundan rascacielos y los vehículos más costosos del mercado también haya personas que para satisfacer sus necesidades tengan que cargar el agua en cualquier llave pública. Es comprensible que la sequía haya disminuido el volumen de los embalses, pero cuesta aceptar que las autoridades no contaran con un plan para enfrentar sus efectos. El drama indica que los consumidores tendrán que apreciar el valor del líquido, para no desperdiciarlo. Porque también es cierto que es mucha el agua que se pierde por insensibilidad de los propios consumidores. Esta escasez que se sufre en muchos sectores debe servir de experiencia a todos, a las autoridades para corregir averías y tomar medidas preventivas, y a los consumidores para no desperdiciar el líquido. Quizás hasta sea necesario reeditar la vieja campaña que decía: “el agua es vida, no la desperdicie”.
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