
CIUDAD DEL VATICANO.- Varias mujeres italianas que han mantenido o mantienen relaciones amorosas con sacerdotes, han escrito una carta abierta al papa Benedicto XVI en la que aseguranque sus amantes ejercerían mejor su ministerio si estuvieran casados.En la carta publicada en el sitio "Il dialogo.it", las mujeres explican su difícil vida como amantes de sacerdotes y piden al Papa que considere la supresión del celibato."Para alcanzar y ser testimonios eficaces del amor (lossacerdotes) tienen necesidad de reencarnarlo y vivirlo plenamente como la naturaleza lo exige", refiere la carta.El celibato obligatorio es una "ley humana" que contrastaabiertamente con la experiencia cotidiana de la vida de los sacerdotes, pero la Iglesia lo considera como "voluntad de Dios",dice.Las mujeres se dirigen al Papa y le preguntan: "¿Por qué todo este sufrimiento en el amor?".La página web cuenta alguna historia de estas mujeres.
Antonella C. de 41 años, ha dedicado su vida a la parroquia, por tanto no le parecía extraño pasar mucho tiempo con E.C. el sacerdote brasileño con el que dirigía un grupo de jóvenes.Una noche de junio de 2006, mientras lo acompañaba a la sacristía, el sacerdote la besó."Aquella noche le escribí una carta, diciéndole que seguro que había sido error, que debíamos olvidar lo sucedido", cuenta Antonella.Cuando la noche siguiente se encontraron para aclarar las cosas, l la besó de nuevo.
"Así comenzó nuestra historia que duró dos años y medio", relata.Don C. iba mucho a dormir a casa de Antonella después de haberrealizado sus labores parroquiales.La mujer cuenta que él insistió en ser presentado al hijo de Antonella como su compañero, no como el párroco local."En mi familia todos lo conocían, incluso mi abuela. Eran todos muy amables con él".
Antonella C. de 41 años, ha dedicado su vida a la parroquia, por tanto no le parecía extraño pasar mucho tiempo con E.C. el sacerdote brasileño con el que dirigía un grupo de jóvenes.Una noche de junio de 2006, mientras lo acompañaba a la sacristía, el sacerdote la besó."Aquella noche le escribí una carta, diciéndole que seguro que había sido error, que debíamos olvidar lo sucedido", cuenta Antonella.Cuando la noche siguiente se encontraron para aclarar las cosas, l la besó de nuevo.
"Así comenzó nuestra historia que duró dos años y medio", relata.Don C. iba mucho a dormir a casa de Antonella después de haberrealizado sus labores parroquiales.La mujer cuenta que él insistió en ser presentado al hijo de Antonella como su compañero, no como el párroco local."En mi familia todos lo conocían, incluso mi abuela. Eran todos muy amables con él".
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