
Tan pronto se produjo la catástrofe que provocó cientos de miles de muertos y heridos, así como pérdidas materiales millonarias, las autoridades de la Dirección General de Migración, suspendió el apresamiento y la repatriación de indocumentados haitianos hacia el vecino país.
Esta facilidad ha provocado que la mafia que por años se ha dedicado al tráfico de menores, para ponerlos a pedir en las calles de las principales ciudades de la República Dominicana, ampliaran su labor trayendo a los niños acompañados de sus madres.
En el caso particular de Bonao, quienes por alguna razón u otra se desplazan en las primeras horas de la mañana por la ciudad, para dirigirse a algunos lugares a pedir.
Los menores son distribuidos en distintas zonas por los delincuentes que integran esa banda de traficantes y que por años han trabajado ante la mirada de las autoridades, sólo que ahora en medio de esta situación han ampliado su accionar.
La mafia involucra a haitianos, dominicanos, choferes y militares, quienes mediante una actitud de componenda, permiten el trasiego de los menores que se dedican a pedir limosna, mientras que otros hacen labor de limpiar vidrios a conductores que se desplazan por las calles de esta ciudad.
Además de la mala imagen que estos pedigueños, dan de la ciudad y el país, se han convertido en molestosos, porque algunos de ellos presionan a los transeúntes para que le regalen dinero a su paso por su lado.
Se suma a esa problemática también la contaminación que estos propician por la promiscuidad que los mismos proporcionan a la ciudad y la población en sentido general.
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