
Las preocupaciones se centran en la situación económica, fruto de la situación internacional y de la cual se dice que la peor parte no ha llegado. Parecería que la base de la existencia está medida por lo económico, debido al gran peso que tiene ese factor en la calidad de vida, en el nivel de los precios de bienes y servicios, en el deterioro del poder adquisitivo, pero la vida no es únicamente el tráfico de pesos y centavos.
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Lo último que se pierde es la esperanza. Y la gente dominicana parece que no está dispuesta a sentir ese final.
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El deseo irrenunciable de vivir por encima de las limitaciones materiales tiene un poder mágico para enfrentar las carencias y deficiencia. Ese poder confiere consistencia ante los avatares del momento presente y estimula a trascender más allá de las nebulosas curvas del camino.
“La vida es la esperanza repartida en instantes”, dijo un viejo sabio del pasado, cuyo nombre se ha perdido entre las brumas del pasado, más no así el estremeciente mensaje que ha dejado a la humanidad.
Y mas que distribución de instantes, la esperanza parece ser el aliento vital que ha movido a los seres humanos ante las más graves tragedias y situaciones.
Ante el 2009 no hay razones para que sea distinto. La vida habrá de permanecer. Y seguirá mostrando sus trozos de realidad en un abanico de posibilidades.
Millares de poemas y canciones se han entonado a la actitud ante del futuro. Y la humanidad ha continuado su marcha indetenible, hacia lo mejor, hacia lo más puro.
2009 es una circunstancia que presenta sus opciones y sus desafíos, personales, familiares, comunitarios, nacionales e internacionales.
Ese año llega con su carga específica de situaciones. Hay que tomarle de la mano y conducir los hechos hacia el altar de las realizaciones positivas. Sin vacilaciones. Sin olvidos. Sin falsos idealismos. Con sentido práctico y responsabilidad.
Con actitud de conquista y con el acento que marcan las grandes jornadas.
2009 es un reto más, de los muchos que ha se han enfrentado. Y vencido.
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