La Fundación Bonao para la Cultura celebra por segunda vez su Bienal de Arte, apadrinada por Falcondo
Por Tony Brito
Los Premios
No cabe duda de que el jurado de selección tiene una enorme importancia, pues guía los resultados y las conclusiones de la Bienal, presentando a los jueces de la premiación las obras (y categorías) entre las cuales deberá adjudicar los galardones. Si se parcializa y "castiga", la premiación seguirá o radicalizará el primer veredicto… En la Bienal de Bonao -aunque no conocemos los trabajos que concursaron en primer grado-, los responsables de la selección -dominicanos todos- hicieron una labor muy positiva. Podemos afirmar aún que, en buena medida, orientaron al jurado premiador -que comprendía un sólo experto del exterior, y era una caribeña-. No había peligro de que primase un criterio internacional de metrópolis, aparte de que, infortunadamente, nuestra élite de la contemporaneidad no participa en la bienal bonaense. Fuera de la categoría de Pintura -con decenas de cuadros notables-, solamente había dos instalaciones -una fue premiada- a considerar, y prácticamente una escultura -fue premiada-. Las categorías gráficas -al menos las seleccionadas- no podían competir con las demás. La atribución de los galardones era libre, en cualquier formulación visual. El Gran Premio se otorgó a Rafael de Lemos, dibujante sobresaliente, quien realizó una pintura neosurrealista impresionante, con un exquisito trabajo de casi miniatura, tanto en los personajes como en el velado fondo. De hecho fue una simbiosis de pintura y dibujo. Osiris Blanc, cuya increíble metamorfosis pictórica De burro… a motoconcho, y el tratamiento del cuadro dentro del marco sorprendió, cosechó un muy merecido premio. También fue galardonado José Almonte, con su estilo y mundo inconfundible, con su humor y su drama dinámicos, obra además dotada ¡de un título no memorizable!. Para seguir con la Pintura, las menciones, atribuidas a obras muy relevantes, distinguieron a Celso María Trufel por su singular y obsesiva "Primera cena", a Paula Dayana Saneaux por un fotorrealismo perfecto, un dramatismo social impactante y un toque de color rosa en el luctuoso blanco y negro, y finalmente a Silverio Antonio Núñez, oriundo de Bonao, reflejando la calidad de la enseñanza impartida en la Fundación Bidó. Casualmente, fue a su mellizo, Silverio Antonio Núñez a quien se confirió otra mención, por una escultopintura ingeniosa y comunicativa. En la categoría de Escultura, la talla directa de Juan Trinidad, vertical y de gran tamaño, no tenía rivales, y su obra premiada confirma el magnífico oficio, una síntesis entre abstracción y figuración, y el relevo de una escultura dominicana identitaria, demasiado olvidada. El premio a Raúl Morillo corona una instalación, integrando la imagen en movimiento -en torno a una modelo criolla y un traumatizante noticiero-, que contrasta con la escenografía impecable y "clase media alta". La preferimos sinceramente a su también premiada obra de la Bienal Nacional, por una mayor originalidad. Ahora bien, de existir un reconocimiento al mejor conjunto de obras, pero no lo hay, Daniel Aníbal López de la Rosa lo obtendría, por su compromiso social y aporte de una particular seriedad y esmerado oficio. Una bienal con porvenir. De la misma manera que no existen categorías menores en el arte, no las hay en los concursos. La Bienal de Arte Paleta de Níquel lo demuestra. Con las grandes bienales tradicionales - la Bienal Nacional de Artes Visuales y el Concurso Eduardo León Jimenes-, la Bienal
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